3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que
venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se
habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice
Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os
abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo
es Yahveh!»
7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra
de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los
destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará
mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la
servidumbre de los reinos de las naciones.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de
los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo
se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho
Salomón,
10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los
jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la
guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le
destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.
13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam
tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén,
la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para
poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para
buscar a Yahveh.